Camino a Satevó (Batopilas - Chihuahua - México) (2 de 2)

Batopilas, el río y, bordeándolo el camino a Satevó
La caminata que propuse al grupo, desdes Batopilas a Satevó,  para ver la iglesia, se prometia interesante, corta y sin dificultad alguna. Les comenté que eran 4 kms, ida y vuelta, por el camino de tierra que bordeaba el río. A todos nos encantó la idea y emprendimos la marcha cuando faltaban tres horas para que anocheciese. Aunque era imposible no ir en la dirección correcta, porque sólo había una salida del pueblo, preguntamos a un lugareño "¿Para Satevó?". "Al
final del camino" respondió señalando la dirección que debíamos seguir. Efectivamente, estaba al final del camino. Fue absolutamente preciso.
Tras cuarenta y cinco minutos andando nos extrañó que no se divisara el pueblo. Pensamos que tal vez , debido al camino de tierra y la distracción con el paisaje, nos habíamos demorado en exceso. Así que aligeramos el paso con la esperanza de ver la iglesia tras cada revuelta del río. "Dijiste dos kilómetros ¿verdad?". "Eso, leí" respondí un poco azorado, pues ya había transcurrido hora y media y el camino parecía no
tener fin: Estabamos un poco cansados por el viaje desde Creel, y aquella "excursión" se alargaba en exceso, más cuando pensábamos que teníamos que volver -ya a oscuras- por aquella bacheada calzada al lado del río.
Decidimos seguir. Habían transcurrido dos horas cuando desde un repecho divisamos, a lo lejos, lo que parecía ser la iglesia de nuestros sueños. ¡Por fin! Pero también vimos un cielo que se encapotaba por momentos. Sabíamos que iba a llover, como lo hacía todas las tardes, y necesitábamos encontrar un lugar donde guarecernos. Apretamos el paso y conseguimos llegar, cuando arreciaba la lluvia, a una cabaña y protejernos -malamente- del agua cubriéndonos con un pequeño paraguas y el alero de la cabaña.
De seguir allí nos íbamos a calar. Así que decidimos correr hasta una casa -la única- que se veía a unos 100 mts. La puerta estaba abierta. Entramos y encontramos sentados en sendas hamacas a dos hombres que parecían bastante mayores. 
-Por favor ¿nos podemos quedar aquí hasta que deje de llover?
-Si, sí. Estas lluvias son fuertes, pero no duran mucho tiempo.
-Muchas gracias. Se lo agradecemos, porque nos estábamos calando.
-¿Qué les traé por aquí?
-Ver la iglesia.
-Es muy antigua. Viene alguna gente y le hacen fotos. Cuando nacimos ya estaba ahí. ¿De dónde son Vds?
-De España.
-Y eso, desde aquí ¿en qué dirección está?
-Pues no sé qué decirle.
-¿Por dónde sale el sol en España?
-Por el Este.
-Entonces España está por allí (Señaló firmemente con la mano en una dirección). -Nos quedamos un tanto perplejos pues no entendíamos tal manera de localizar la dirección de España.
-Y Francia también está en esa dirección -remató sin dudarlo.
-Cuántos kms hay a Batopilas -le preguntamos.
-10 kms... -Eran ¡10 kms!, no 2 como había leído...
Cuando escampó, empezaba a anochecer. Nos acercamos a la Iglesia. Al momento vinieron unos niños que se hicieron unas fotos con nosotros y nos acompañaron dentro. Las prisas por irnos nos impidieron disfrutar del lugar. No sirvieron de nada pues se hizo de noche, y noche sin luna.
Volver por aquel camino, a oscuras, daba miedo. Así que decidimos acercarnos a una de las pocas casas que había en el lugar. Le preguntamos, al hombre que nos atendió, si tenía coche y nos podía llevar a Batopilas. Nos envió a un vecino que tenía  aparcada una pickup en la entrada de su casa. ¡Problemas! La pickup no era suya, no tenía gasolina ni había una gasolinera cercana. Insistimos por si tal vez pudiera conocer a alguien que tuviese un coche o le pudiese proporcionar gasolina.
-No hay más gente y no hay más coches en este lugar. 
El hombre fué categórico. No sabíamos que hacer.  Tres mujeres emprendieron el regreso a Batopilas caminando en la noche. Otros tres nos quedamos allí dándole vueltas a la situación con la intención de pasar la noche en cualquier lugar y salir cuando amaneciese.
En esas estábamos cuando el hombre salió de su casa, nos llamó ¡Había conseguido gasolina!. Nos llevaba a Batopilas.
-Me tienen que pagar 250 dólares.
-¿250$?. ¡Es mucho dinero! - le dijimos. 
-Son 250$ por llevarlos y volver. El camino es muy malo.
No había otra opción. Nos montamos en el remolque, recogimos a las tres mujeres que se habían marchado caminando y llegamos a Batopilas bien tarde. Allí nos encontramos con el conductor de la camioneta que nos había traído desde Creel, preocupado por lo que nos hubiera podido pasar. 
La cena en Casa Dña Mica resulto amena y divertida recordando las incidencias de la caminata, que les había prometido corta, y los 250$ que nos había costado la aventura. 

No hay comentarios: