El guía me advirtió que tuviera a
buen recaudo la cámara de fotos y cualquier otro objeto que pudiera llevar a la
vista de todos... y de los monos. La verdad es que no le hice mucho caso.
Aquel día nos dirigimos a Uluwatu, un precioso acantilado dominado
por un
templo. La idea era disfrutar de la puesta de sol, que prometían espectacular. Nos encontramos con decenas de turistas que, como nosotros, habían tomado la misma decisión.
templo. La idea era disfrutar de la puesta de sol, que prometían espectacular. Nos encontramos con decenas de turistas que, como nosotros, habían tomado la misma decisión.
Fuimos, en primer lugar, al templo al que no pudimos acceder porque la reja de entrada estaba
cerrada. Si vimos decenas de monos que pululaban por ese bello lugar.
Así que seguimos nuestro caminar para intentar coger un buen sitio
en el acantilado desde donde poder contemplar la puesta del sol.
Muy cerca del lugar pasó a nuestro lado un mono, se paró delante
de Carmen y ella le dio un puñado de frutos secos que se tragó en un santiamén.
Hecho esto el mono le tiró repetidamente de la falda, queriéndole indicar que
le diera más. Y en vista de que sus requerimientos no eran atendidos dio un
salto, metió su mano en el bolsillo de la camisa y se llevó, por la cara, el
paquete de frutos secos.
Nos quedamos un poco sorprendidos aunque nos hizo gracia la
habilidad del mono.
Nos apoyamos en el pretil del acantilado disfrutando de la vista
del mar mientras esperábamos que llegase la hora del ocaso. Y entonces ocurrió
lo que parecía imposible. Sentí que algo se apoyaba en mi hombro derecho y,
antes que pudiera reaccionar, vi un bulto que saltaba hacia el acantilado
¡llevándose mis gafas!.
Sí, un mono que estaba a mis espaldas, con un salto apoyó sus
patas en mi hombro y con la mano izquierda me quitó las gafas sin hacerme un
rasguño, perdiéndose por el acantilado. Estaba desconcertado, no entendía
nada... y veía menos. Toda la gente se asomó al acantilado intentando ver el
mono y que hacía con mis gafas... pero había desaparecido.
Yo supuse que las habría hecho pedazos, chocándolas
contra las rocas, las habría retorcido con sus manos o las habría arrojado al
mar desde la altura...
-¡Menos mal que tengo las de repuesto en el hotel!. ¡700€ a la
basura!.
Así fue como me convertí en la atracción del lugar. El guía
aprovechó para sentenciar y avergonzarme: "No me hiciste mucho caso cuando
te comenté sobre los monos. Mira las consecuencias".
Estábamos a punto de marcharnos (con 7 dioptrías todo se
desdibuja), cuando un hombre, menudo, bastante mayor, con un zurrón a la
espalda y la ropa un poco deteriorada, comenzó a hablarme. Yo mire al guía
porque no entendía nada.
-Dice, que va a intentar convencer al mono para que te devuelva
las gafas que te ha robado.
-¿Queeeé?.
-Tratará de hacer un intercambio con él. No sabe si el mono querrá.
El hombre se dirigió al acantilado y empezó a llamar al mono. La
gente guardaba silencio. Pasaban los minutos y el mono no aparecía. Él seguía
con su perorata, asomado al acantilado mientras movía en el aire un
plátano que tenía en su mano derecha. Pero el mono no aparecía...
De repente oí un murmullo: ¡Ohhhhh!.
-¿Que pasa?, pregunté.
-El mono se ha asomado hacia la mitad del acantilado. ¡Esta
subiendo!.
Mientras el hombre no aparaba de hablar y blandir "el
plátano", el mono fue subiendo entre las rocas hasta colocarse a su la
altura. ¡LLevaba las gafas en una mano!. El hombre le señaló el plátano y las
gafas. El mono se acercó, le entregó las gafas y se llevó el plátano,
desapareciendo en el acantilado mientras la gente aplaudía.
Aquel hombre fue hacia mí y, con una sonrisa, me dió las gafas,
¡que no habían sufrido el más mínimo rasguño!. ¡Estaban intactas!.
-¡Gracias! ¡Gracias!, repetí una y otra vez.
Le comenté al guía que quería hacerle un regalo o darle un dinero,
por el favor tan grande que me había hecho y el dinero que costaban unas gafas
progresivas con esa graduación. Mientras rebuscaba en mi mochila el guía le
hizo saber mi intención. El hombre me miró sonriendo, dijo "no" con
la cabeza y la mano, se dio media vuelta y desapareció por el camino.
¡Nunca lo olvidaré!
2 comentarios:
Sacado de un blog de viajes:
"Este templo es especial porque está habitado por cientos de monos ladrones que en cada descuido de los visitantes aprobechan para robarles cámaras, gafas, bolsos o cualquier cosa que llame su atención.
¡Qué situación más curiosa, no?. Uno crre que hay están compinchados mono y rescatador, y al final resulta que no es así!...
Todavía quedan seres buenos y desinteresados en este mundo.
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